Llamadme cabezota, pero tiendo a ir contra la piedra de cara y sin
frenos pensando que el anden 9 y 3/4 se abrirá y me evitará dejarme la nariz
contra ella. Llamadme rara. O cabezona. No sé, de todos modos, lo que no hago es
ni puto caso... Muchas veces me han dicho que deje de intentarlo, que no merece
la pena. Pero debo de tener algo de masoquismo en vena que me impulsa a
intentarlo siempre una vez más y eso me lleva a ir en dirección contraria a
todo; y no es que me ponga mucho, pero es que no sé... pedirle a alguien que no
luche por lo que quiere por muchas hostias que se lleve, no va conmigo. No soy
de esa clase de personas que pararían los pies a quién les enseña a bailar. No
sé si me explico... Puede que un día de estos, la hostia sea la definitiva;
pero de momento cicatrizo bien y el ibuprofeno y vodkacetamol siguen haciendo
efecto. Y con ésto, no pretendo por nada del
mundo que marquéis la casilla a favor de luchar una vez más por lo que hace que
os tiemblen las piernas, simplemente que a mi me ha ido bien siendo una
cabezona de cuidado. Recuerdo cuándo me pidieron que me alejase de él y en
fin... que ahora es mi mejor carretera. Que ése pasadizo, no era tan malo como
parecía.
Puede que sea idiota o un poco anormal, pero mi felicidad
normalmente se basa en todas esas veces que he recaído. Todas esas veces en las
que he vuelto a caer con lo que nunca jamás debería de haber tropezado y bueno,
que me va bien. Y caer, siempre lo relacionamos con hostia terrible contra el
suelo, pero también se puede caer en el cielo. Que no hay manuscrito que
demuestre que el infierno está abajo y no al fondo a la derecha del cielo. Y
que no sé lo que piensas tú, pero a mi esa sensación de caer y no saber cómo
levantarme... eso de tirarme al suelo agarrada de su mano para que caiga sobre
mi es lo más parecido a sentir que me levanto mil veces más. Así que ahí tienes
la respuesta al por qué cada vez que me dicen que la caída puede ser tremenda,
yo voy y lo intento. Que como se suele decir, lo importante es participar...
ganar o perder es secundario, chaval. Y a mi me apetece que me den las
tantas de la madrugada apoyada en el precipicio de su espalda mientras pierdo
el vértigo a caer o estrellarme.
Y hablando de estrellarse o no, he de decir que en las
autoescuelas nos podrían enseñar a tomar mejor las curvas y evitaríamos muchos
accidentes. Yo para viajar por él, primero limpio toda la ropa que haya, el
coche me gusta que vaya con los menos trastos posibles, no sé si me explico. Para
que quede bonito. Para que llegue ése momento en el que no sepas ni dónde
estás, que sientes que te pierdes al verlo. Vehículo propio... qué nivel, un
vehículo con manos libres y boca con todas las marchas para ir a toda hostia y
para marcar el ritmo del mítico polvo de despedida. Ése sobre el que escribes
en la ventana (I Love You). Sus pies son la brújula. Gracias a ellos se sabe si
va bien o no la cosa mientras se intentan respetar todas las normas de
circulación. La primera calle de su pierna derecha es peligrosa, pero no más
que la rotonda de su ombligo... ésa rotonda que te lleva a la calle
izquierda... Si te has perdido ya para entonces, no sé... no preguntes a nadie
que nadie enseña a hacer lo que estás haciendo, éso se aprende sobre la marcha.
Así que sube a tercera que se te cala. Todo recto hacia arriba hasta llegar al
valle, allí habrá marcas de llantas antiguas, de coches que se estrellaron
previamente y acabaron cayendo por su precipicio. Ésa espalda es mortal. A esa
altura, puedes desviarte hacia el carril contrario. Una vez alcances su mano,
no sé agárrala; es tuya. Y cuándo sigas sintiendo que el contacto del coche
está como debe, no temas a los túneles. No te pongas nervioso... Es un
terreno minado que no explotará. ADVERTENCIA: si una vez ahí sientes que te
desorientas, no flipes ni un pescao, no frenes; no te rindas. Sigue con los dos
pies en el acelerador de pulsaciones que tiene su corazón y listo. ¿Ya te has
vuelto a orientar? Perfecto. Ya estamos fuera del túnel. Ahora improvisa. Haz lo
que te de la puta gana, vuélvete majareta... pero lo que no debes hacer por
nada del mundo, es ceder el paso a los demás coches, la preferencia es tuya, al
menos por esta noche.
Volviendo al lío, sigue todo recto, la segunda rotonda de la
melodía que tiene su cuello cuándo lo gira para darse de frente contigo; ésa.
Eso es. Pues tómala y da la vuelta; la primera salida es la que debes coger.
Sube la pequeña colina que la sigue y darás con su boca. Ésa puede que sea la
calle más bonita de la ciudad. Para gustos los colores... Y para llegar a
destino, simplemente toma la tercera salida a la izquierda y baja por su
espalda. Ahí todos los caminos llevan a Roma. Si no sabes para dónde tirar abre
los ojos y sigue tu instinto; tan difícil no es. Por ahí está la salida de la
calle sin salida de su vida. Olvida el miedo a la conducción temeraria. Una vez
decidas entrar, no sé reposta y rebesa y puede que te abra las dos calles
principales para ti. Ahora recuerda cómo se aparcaba en paralelo y quédate en
su vida y entra en su mente despacio y fuerte. No sólo te abriré las calles
principales, te dejaré que invadas mi mente.
¿Ves? Tan difícil no era hacer lo que te de la gana e intentar
coger el volante una vez más a pesar del miedo a la gran hostia que podíamos
meternos. Un placer ser tu GPS.
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