Tres puntos suspensivos dan siempre pie a algo. Pie que tras pie hacen camino como tres puntos que forman una línea y no se estancan cual punto final. ¿El último punto es el último? ¿Es el punto final?
No lo sé, dadlo un par de vueltas.
Yo no sé la respuesta. Nunca se me dio bien poner el punto final.
Poco sé de la vida me parece. En mi corta vida, sé todo lo que he leído en los
libros que no he abierto, en las canciones que no he entendido. Todas mis
conclusiones se encuentran en los textos que no he escrito. Si quieres te
cuento todo esto con un cola-cao, lo entendemos con una caña, lo asimilamos con
un par y lo olvidamos con chupitos.
Lo que a duras penas sé es que todo lo que empieza acaba. Por duro
que sea; por mucho que joda. Una etapa, una cita, un abrazo, una sonrisa, una
caricia; una vida. Todo acaba terminando. Lo ideal sería no quedarse con ganas
de nada; la vida son impulsos. Los tomas o los dejas. Siempre me digo "Si lo sientes, hazlo. Pesa menos el arrepentimiento que el
no haberlo hecho". Más metas y menos maletas. Hazte con más aire fresco y deja el euro.
La realidad es que hace falta pasta para comprar un plato de espaguetis, pero
criar una gallina y cultivar trigo que poder mezclar y cocinar, tampoco es tan
mala idea. Y cuando hagas las cosas, hazlas de corazón. Como si no hubiese
mañana. Ojalá llegues a querer con todas tus fuerzas y sientas que todavía te
sobran para mover el mundo por eso que creas merezca la pena. Ojalá encuentres
un trabajo del que no quieras jubilarte jamás. Ojalá encuentres tu objetivo
claro en la vida y vayas a por el como un titán. Ojalá el arrepentimiento y la
preocupación se alejen de tu vida y empieces a valorar lo que tienes realmente.
También te contaré que la vida son subidas y bajadas, que una persona te
hunde pero que otra te estrella contra el cielo. Que habrá quiénes te
abandonen, pero también los habrá que te apoyen hasta en tus mayores delirios.
Habrá momentos en que sientas que todo se desmorona; un chasco, un golpe, la
pérdida de alguien... Quédate con el legado de la hostia. Quédate con los que
han estado poniéndote hielo en la frente, arropado por las noches, abrazado por
las mañanas, besado por las tardes, emborrachado por las noches. Quédate con el
legado de cada miedo. Miedo. Hace una semana que me he quedado con su cara. Y
os juro que da mucho por culo. Miedo a lo nuevo, miedo a la soledad. Miedo a un
vacío que no se va a llenar tan fácilmente. Miedo a perder. Miedo a abrir los
ojos y ver la realidad. Miedo a ganar. Miedo a superar. Miedo a conseguirlo.
Miedo. Miedo a pensar que la conclusión a la que llegas tras cada cabreo,
lágrimas y ego, no sea la acertada.
Y eso es lo que sé, creo y espero.
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