Se nos suele olvidar el simple hecho de que nacimos desnudos en todos los aspectos. Que nacimos humanos. Todos. El de arriba y el de abajo. El que toma café solo y el que lo toma con dos terrones. El que se lo toma todo a pecho y el que saca pecho ante todo. Nacimos incompletos; indefensos. Llegamos a la vida con la única certeza de que tenemos capacidad de absorber y aprender de todos y todo lo que nos rodea. Cierto es que ahora sabemos todo, ¿No? Somos los putos amos del lugar ahora mismo. Y cómo jode que nos intenten corregir verdades absolutas, ¿Eh? Menuda puñalada al ego. De esa nos cuesta salir más que de una operación de apendicitis. Qué rápido se nos va y omitimos de nuestro sistema operativo los datos de la cantidad de veces que nos hemos dado la hostia contra el muro y la de veces que hemos tenido que agachar la cabeza, pedir ayuda y solicitar un par de hielos al camarero y una servilleta para que ama nos diga: Te lo dije, te ibas a caer... Pero ahora tenemos el culo pelado de experiencia, ¿Verdad?
Una persona, un mundo. Tantos mundos como personas.
Ponte delante de mi; ves el mismo cubo de rubik que yo, ¿Verdad? O no... Dime. Todo depende y varía en función de cómo lo mires, desde dónde, cómo leas este texto, cómo interpretes, cómo plasmes una casa en un folio, qué te diga esa canción, de cuánto adores el color con el que me he vestido o lo mucho que odies a ese actor y menuda mierda de película no entiendo el taquillazo que ha tenido. Cada persona ha nacido y crecido en un país, ciudad o pueblo, barrio, familia y valores. Mi realidad es una, la tuya otra; ¿Semejantes? Puede. Pero cada uno tiene la suya y no podemos obligar a nadie a que vea la realidad a nuestra manera.
El caso es que hay que escuchar más y oír menos lo que nos dicen y esperar a que el que tenemos delante exponga y posteriormente, aportar y no rebatir. Esa es la teoría. Y dicho todo esto, me callo; dejo de escribir que no sé si alguno de los que estáis delante de este texto, estáis hablando o no.
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