Los comienzos nunca son sencillos.
Componer algo nuevo, dibujar algo nuevo, escribir algo nuevo; conocer a
alguien. Y no hablo de conocer a la persona por encima. Hablo de conocer a una
persona a fondo; descifrar todos o casi todos sus recovecos. Saber por qué no
aguanta la mirada contigo, saber por qué se ríe cuándo no sabes qué decir. por
qué se frota las manos cuando se pone nervioso, por qué odia llevar los zapatos
con los cordones flojos. Todos sabemos la técnica de caza. Simular que el
primer encuentro es un accidente; la primera conversación una necesidad y
preguntar hola ¿qué tal? ¿Cómo te llamas? Una obligación planeada.
Graciosa forma de rizar el rizo por el simple hecho de querer jugar al
juego de la seducción con un extraño que hemos captado en el radar. Es graciosa
la presión a la que nos auto-sometemos de no poder fallar ni un paso en ese
baile. No le pises el dedo gordo que puedes cagarla pero bien. Parece que
domina el terreno pero no lleva bien los portés. No se le da bien abrirse de
golpe y ser libre; no le gusta la sensación de volar y tu le estás presionando.
Afloja un cambio.
Lo desconocido, el morbo de la incertidumbre... No me mires en
silencio como si esperases a que te proporcionase las normas de mi juego;
previamente necesito saber si quieres formar parte de él o no. No deshojaré
margaritas esperando una respuesta, la quiero escuchar de tus labios. Labios
que hablando no, pero besando, se desenvuelven perfectamente. Sabes que lo de
disimular siempre ha sido mi punto flaco. Sabes que si me dices sí, no tardo
dos segundos en responder un vamos. Que si apareces, te miro; si hablas te
escucho... que la indiferencia hacia ti no es mi punto fuerte. Pero necesito
saber a qué juego quieres que juguemos. No quiero echar monedas en
fuentes, buscar tréboles de cuatro hojas o soplar velas de cumpleaños llenas de
deseos. Esta vez, las cosas las quiero transparentes.
Pero ya sé la respuesta antes de formular la pregunta. No te
comprometes ni con tu sombra, lo vas a hacer con esa persona que te saca una
sonrisa sin esfuerzos y hace que ese frío corazón se empiece a derretir. ¿Para
qué? Para qué exteriorizar sin muros si se da todo por hecho. Pues si bien eso
es cierto, también te diré que así la vas a meter hasta el fondo, la pata.
El caso es que nos gusta jugar. Y como jugadores natos que somos,
nos gusta ir por el camino oscuro ya que el claro fijo que nos tiene algún
monstruo de gráficos
alucinantes dispuesto a matar nuestras ganas de pasar el
nivel.
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