Hablemos de tacones.


Cariño, tú serías cómo ésos zapatos de los que te enamoras locamente la primera vez que los ven en un escaparate. Y como nunca he podido resistirme a los tacones altos - llamémoslo tonterías que hace uno- los termino comprando con la esperanza de darles un buen uso en la fiesta del próximo sábado.
 La noche empieza cómo se espera que empiece; salir, beber, el rollo de siempre... Y bailar, sobre todo bailar. Pero después de unas horas, mis pies ya no aguantan tan bien los zapatos ni yo ése músculo del aparato nervioso central que no rinde. Y supongo que éso me pasa contigo. Que por muy bonitos que sean éstos taconazos, hay que tomar una decisión super importante... o sigo bailando éste temazo subida en los andamios éstos y muriendo de la poca conexión entre ellos y mis necesidades o quitármelos y avanzar.

Y... me gusta andar descalza. (En realidad no, pero me mola el piestureo de chica mala y liberal) 

Bueno, y una vez dicho todo, pregunto... ¿Sabéis de algún gimnasio con buenos espejos en los que dejar constancia que asisto a clase de Body-pump a ver al tremendo que la imparte y del cuál me desapuntaré en un mes? No sé, llamadme rara, pero es lo que está de moda, ¿no? Pues eso.


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