Y luego.

Y yo. Yo que tras las mareas altas, era y juré que siempre sería una cabeza loca que sólo se sentaría a la hora de a cena. De esas personas que se revuelven, se escurren, de las que se van. De esa clase de cuerdas que no ataban y de esa clase de locas que ataban para luego soltar y dejar inestable. Yo... que me juré no volver a bajar la guardia con nadie, ser hielo macizo, ave rapaz, astuto felino. Libre, salvaje, indomable. Ilegible. Una mirada perdida entre muchas que buscaban su lugar; su playa del caribe... Yo no aspiraba a ello; yo quería ser el triángulo de las bermudas de quién subiese a bordo de mi yate. Y lo conseguí. Cercana con todos pero leal a cuatro. Mis cuatro. Mis fantásticos y poco más. Feliz de sonrisa para afuera, pero llena de inseguridad de córnea para dentro. Inestable, débil, insegura. Yo.

Y lo conseguí. Supe sobrellevar la situación mejor de lo previsto. Implacable con el entorno y calculadora a la par que precisa. Dónde ponía el ojo, ponía la bala. No me faltaban buenas noches en cantidades al por mayor y buenos días de calma tras ignorar a la mitad como si de un casting al mejor mensaje se tratase. Como si del casting al mejor vendehumos se tratase. Como si me estuviese poniendo a prueba para saber hasta dónde llegaría con cada nueva tierra conquistada. Y así fue. Me sentía bien, me hacia bien. Eso parecía. Me ponía mi nuevo objetivo elegido al detalle, mis labios hidratados y mis mejores ganas. Y me ilusionaba. De verdad que lo hacía. De todas y cada una de las tierras que visitaba. Me dejaba llevar. Sentir era parte de la excursión. Pero cuándo llegaba la noche y veía que el lugar me acogía, que se encariñaba, que me gustaba ver eso. Que yo sentía eso, cogía el primer tren y salía a hurtadillas en mitad de la madrugada sin una explicación. Sin un adiós. Sin nada. Huir antes de saltar era el plan. Y vuelta a empezar. Así nunca volverían las mareas. Los paseos por la playa y volver la muralla antes de tocar el agua con la punta de los dedos, bastaban para disfrutar de cada atardecer. 

Y luego tú.
 Llegaste. 
Y juro que eras la presa perfecta para este felino. 


Tú, que parecías alguien casi tan inseguro como el yo que iba oculto tras esa espontaneidad alocada que me caracteriza. Y lo cambiaste todo. Los primeros voleteos fueron tuyos. Y algo me decía que iba a ser interesante la visita. Eras calma y misterio. Serenidad e ilegibilidad. Intensidad. Personalidad... Y te abrí las puertas de mi sin saber que esa decisión desarmaría mi plan post mareas altas. Aunque sigo siendo la misma con todo el mundo. Pero contigo no. Neutralizas mi decisión de ser fría y calculadora a la par que precisa. Y me revuelvo y me retuerzo, pero no me voy. Y me siento esa cuerda que no ata y está descubriendo lo que es que se queden de la manera más leal que hay.  Y la guardia bajó y el hielo quedó desvanecido con el calor que desprendía tu lugar. Fui águila cazada y en vez de atacar, quise hacerte ver lo que era un felino. Y las cosas han pasado de ser una decisión a un sentimiento. Me has hecho sentirme libre contigo, puedo dejar salir mi lado más salvaje sabiendo que nunca voy a atacarte porque antes me trago mi orgullo que herirte... Y sigo siendo indomable, pero sé lo que es razonar. Y sigo siendo ilegible. Pero me gusta recitarte mi libro más personal cada vez que busco en ti una respuesta. Una opinión. Y ya no tengo la mirada perdida. La tengo con dirección asistida a todo eso que me llena y hace feliz hoy. Y le doy tiempo al tiempo hoy. Porque en el mundo entero siempre hay un rumbo nuevo a dónde mirar. Y no sé cómo, pero mi lado más cálido sale contigo hasta en los meses más fríos. Y estoy segura; de ti. Y lo conseguiste. Las noches eran buenas siendo sólo noches, y el plus de saber de ti sumaba.Y dejé de pensar en el límite de la historia; simplemente la vivía. Y tras muchas noches, sigo aquí. Sigues ahí. Y no me apetece huir; no me sale.

Y a la altura que estamos, me queda decirte gracias. Gracias por enseñarme lo que es ser. Lo divertido y bonito que es sacar la mejor versión de uno mismo sin darse cuenta. No pensar en los luegos a pesar de saber lo que hay, y saber que aquí y ahora se está bien. Por enseñarme indirectamente que no hay que pedir permiso para hacer y deshacer, que cada uno es como es; que siempre habrá tiempo de decir que no o recibir una negativa constructiva. Porque eres la calma que muchas veces me falta y la cuerda que activa mi motor, que dispara mis revoluciones, mi intensidad. Con quién me siento yo. Y te siento a ti. Algún día te compondré una canción titulada "Amigo mío". Compañero, ser insufrible, amor. 

Y luego yo.
Empecé.
Y juro que no sé parar de sentir la necesidad de morderte
: de sentir la necesidad de abrazarte para sentirme protegida yo.
De querer darte lo que más te mereces. Y espero que te llegue.
Y siempre seguiré ahí.
Sin salir de madrugada sin decir adiós.
Sin que nada cambie.
Nada.

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