Y yo. Yo que tras las mareas altas, era y juré que siempre sería una cabeza loca que sólo se sentaría a la hora de a cena. De esas personas que se revuelven, se escurren, de las que se van. De esa clase de cuerdas que no ataban y de esa clase de locas que ataban para luego soltar y dejar inestable. Yo... que me juré no volver a bajar la guardia con nadie, ser hielo macizo, ave rapaz, astuto felino. Libre, salvaje, indomable. Ilegible. Una mirada perdida entre muchas que buscaban su lugar; su playa del caribe... Yo no aspiraba a ello; yo quería ser el triángulo de las bermudas de quién subiese a bordo de mi yate. Y lo conseguí. Cercana con todos pero leal a cuatro. Mis cuatro. Mis fantásticos y poco más. Feliz de sonrisa para afuera, pero llena de inseguridad de córnea para dentro. Inestable, débil, insegura. Yo.
Y siempre seguiré ahí.
Sin salir de madrugada sin decir adiós.
Sin que nada cambie.
Nada.
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