Nota sostenida de un piano de cola.

Hay personas que son equilibrio. Personas que estabilizan la peor de las tormentas cuando te atrapan entre sus fuertes y firmes manos; cuando sus serenos ojos te penetran más hondo que la mayor de las tormentas. Esos ojos color trébol. Color de cuatro hojas. Ahora sí puedo decir que tengo una flor -que posa su mano- en mi culo. Hay personas de todo tipo, pero las que son calma y serenidad, juegan en otra división. Tan preciosas que transportan. Tan precioso que he olvidado que por norma, tras el pie derecho, va el izquierdo. Mi pulso era firme. Tensión tirando a baja, 11 -5 de serie. Ahora no bajo del límite alto. Se me descontrola cada vez que te veo soltar medias sonrisas tras la pantalla de tu móvil y agarras con la mano izquierda tu taza de café templado... Pulso. Equilibrio. Simbiosis.

Pareces canción de Tango acompañada de orquesta típica. Pelos de punta y piel de gallina rozando la pauta creada. Delicados movimientos que provoca el quejar de las patas de la cama.


Ese semblante que hace que no procese; me alteras, me conmueves. Tu actitud; esa mirada fija y enfilada... tus delicados dedos que me rozan a ritmo de Oblivion. Mis húmedos labios revolotean por tu cuello cual vampiro. Y nuestras piernas, jugando a bailar. Entrelazadas siguiendo el son de la canción bajo las arrugadas sábanas. El despertar, la hora en la que el gallo canta sobre mis mejillas. Ver amanecer mientras me agarras. Cambiando cartas entre el vaho de los cristales. Para ti la reina, yo ya tengo el rey de trébol. Jugando a ganar con clásicos de fondo.

Pareces canción de Tango acompañado por un contrabajo. Movimientos secos, fuertes, suaves; compás acelerado y después calmado. Melodía que hace perder la noción del tiempo y de todo.

Tuyo; eres tuyo y de nadie más. En ocasiones mío también. Tendríamos que ir a clase juntos más a menudo. Conocernos así, más rítmica y pausadamente. Ahora ya sé cómo interpretar tus movimientos. Tú también. Conozcámonos así; fónica y afónicamente... Naturales. Siguiendo instintos básicos. Bailemos este tango como se debe. Agarra mi silueta, siente las cuerdas. Delicadeza. Creemos música. Rompamos la silenciosa acústica de la habitación.

Pareces canción de Tango depositado sobre un piano de cola. Crestas iliacas marcadas con la luz que entra por la persiana. Tumbado sobre la estabilidad de mis temblorosas y curiosas manos guiadas por mi oscuro mirar.

Justo ahí; agarras mi cadera con firmeza y con la fuerza nacida en tu cintura, me empujas. Pum. Decisión desbocada. En ese momento entendí la petición de dar un paso adelante en este baile. Mantienes la serenidad; aguantas mi temblar. Las piernas no me dan para mas. No me dejas desplomar; eres cruel. Te lo susurraré para que no se rompa la concentración sobre la melodía ensordecedora de la interpretación de esta pieza. Aguántame la mirada. Mis manos rozando tu rostro buscando la cuerda a la que agarrarme para mantenerme en pie. Mis labios sobre tus clavículas; vampíricas intenciones. Mientras sostienes el pedal de la derecha del piano manteniéndote en una resonancia constante.

Pareces canción de Tango bailada al son de tus caderas; golpeando contra mi en cada corchea y guiada por tus dedos en mi espalda.



No veo nada, hazme una coleta. Respiremos el calor del momento, hagámonos grandes; luego pequeños. Intensidad intercalada entre la intensidad de nuestros latidos. Mi pierna derecha recogida sobre ti y mi mano en tu pecho. Tus pestañas acariciando mi nariz al cerrar ese espectáculo de mirar tras un pequeño telón mientras cogemos aliento. Esta vez no saldré corriendo al acabar la función; cantemos bajo la ducha.


Pareces canción de Tango conquistada; partida en tablas. Dulce canción calmada intentando que no me escurra entre tus dedos. Sencillo pentagrama que finaliza como no se estipuló. Infiel final basándonos en el comienzo del juego. Guardaré el disco en mi caja de vinilos inolvidables.





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