ALAS.

Miedo. Eso que sentimos cuando perdemos las riendas de algo y consigue ponernos la piel de gallina casi sin esfuerzo. Miedo a caer. Caer porque se nos ha olvidado girar a la derecha y hemos acabado conduciendo en dirección prohibida. Y joder, qué desastre hacer justo lo atípico ¿Eh? La vida a veces es improvisar, descontrolar, compensar, no pensar. Y nos pone en situaciones difíciles; o simplemente indeseadas. Situaciones en las que llorar es lo que mejor te va a hacer sentir y sientes que qué catástrofe, madre mía.

Llorar. Miedo. Tocar fondo. Sentirse superado...

Eres humano. No es un pecado. El pecado es vivir ahogándose en vasos de agua y tenerle miedo a tirarse a la piscina. Sonríele a la vida. Recuerda que si caes, ya hubo alguien que te enseñó a volar, quién ama tus alas y siempre está ahí para darte ése empujón necesario para despegar nuevamente. Y... ¿Sabes qué? Nos enseñaron a hacer un doble nudo perfecto para que no se nos escapen los zapatos por algo. Para no dejar de caminar nunca. Detenerse por no saber deshacer el nudo de la garganta que nos causa una situación inesperada no me parece. Hay que seguir. Y siempre nos han explicado que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Y puede que esta tampoco sea la definitiva, ¿Quién sabe? Pero entrar y observar las instalaciones no va a matarte; prueba. Vive. Siente. Déjate llevar.


Detente un segundo para contemplar la diversión del perfecto desorden del control. De ver que podemos llegar a roma por diferentes caminos. ¿Quién te dice a ti que ese "a ver si coincidimos algún día" no es la puerta correcta que dejas pasar una y otra vez? Ojalá que cuando te pregunten que cuál ha sido la mejor decisión que has tomado en la vida, te salga la de que te dejaste volar.




























CONVERSATION

0 comentarios:

Publicar un comentario