Aprendiz.

A veces ocurre; encuentras la pieza que te faltaba y dejas de cojear. Me apetece recordarte que eres esa pata que me faltaba.


Recientemente venía pensando que para mi eres más destino que persona. Eres mi mañana de me muero de pereza de ir a clase, mándame un mensaje de ánimos que me haga salir de la cama. Mi cueva en la que esconderme cuándo todo se viene encima. Mi pico del monte desde el que ver caer el sol y encontrar todo lo que me gusta en la vida. Mi acantilado. Lugar al que acudo cuando necesito gritar lo que pasa por mi cabeza; cuándo necesito explotar, una brisa fresca. Escucharte un si saltas salto y disfrutamos juntas de la bajada a cualquier parte. Creo que nunca antes había descubierto lo que era seguridad en una mirada, comprensión con una sonrisa. Fuerza con una caricia de esas en las que me agarras con tus deditos de alfiler y aprietas ligeramente mi cuello y dices: Ts! No es nada, ¿Vale? 
En poco, te has convertido en el contacto de emergencia de mi agenda de vida, mi prioridad en un plan de no sé qué en no sé dónde con una canción de las nuestras. En mi compañera de cocina en la batalla de la croqueta asesina. Mi pirata en busca de respuestas perdidas y mi fuente fiable cuando busco opinión objetiva. Siempre digo que eres pequeña y lo eres. Siempre dicen que el veneno viene en frasco pequeño y qué razón tienen. Eres tóxica a más no poder. Es tenerte cerca y mantener contacto contigo y en cuestión de segundos, esa alegría y bondad se contagia y acaba matando lo previo invadiendo cada recoveco con tu esencia. Bueno, resumiendo: Letal. ¿O leal?. Ahora que lo pienso, no me acuerdo muy bien del dicho.


Y juntas, podemos crecer. Tu prométeme aportarme cordura y yo te enseñaré sobre dejarse llevar. Tu me enseñas a ver la vida tal cual es y yo te propondré ver el mismo problema desde todas las perspectivas. Te prometo que haremos como cuando elegimos jerseys. El que más nos guste será el elegido e iremos a muerte con él mano a mano. Si hay que ir contra alguna pared, prometo ir de tu mano, pero primero te señalaré con la mirada la colchoneta. Cuando necesites un hombro, tengo dos y una chaqueta con hombreras que hace que sean más grandes los míos y cuando te calles lo que se te pasa por la  cabeza, prometo no insistir y darte uno de nuestros abrazos de oso y un beso en la frente. 

Somos. Pili y mili. Black and white. Cordura y descontrol. Caos y paz. Tu y yo. Gracias por ser tan diferente y tal igual a mi. Tan tuya y tan nuestra. Por volcarte en todo con todo. Por enseñarme que la verdad siempre gana y que no nos gusta perder. Por descubrirme la amistad. Y por demostrarme que alguien tan pequeña de tamaño puede tener tan grande el corazón.


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